Parte 2
Nos sentamos en un banco del parque mientras Clarisse me contaba su historia. No estaba preocupado por volver al colegio. La señorita White seguro pensaría que la enfermera me había mandado a casa y el sexto período era economía. Mr. Bell nunca tomaba asistencia.
- A ver si entendí bien, –dije- tomaste prestado el auto de tu papá para dar una vuelta y ahora no sabes dónde está.
- A ver si entendí bien, –dije- tomaste prestado el auto de tu papá para dar una vuelta y ahora no sabes dónde está.
- No es un auto -gruñó Clarisse- ¡Es un carro de guerra! Además, él me dijo que lo lleve a dar una vuelta. Es como una clase de… prueba. Se supone que lo llevaría de vuelta al anochecer pero…
- Tus hermanos te robaron el auto
- El carro –me corrigió- Ellos son sus conductores, sabes. Y no les gusta que alguien mas lo conduzca. Por eso me robaron el carro y me persiguieron con sus estúpidos pájaros arroja flechas.
-¿Las mascotas de tu padre?
Asintió miserablemente. – Son los guardianes de su templo. De todas formas, si no encuentro el carro…
Estaba a punto de perderlo. No la culpaba para nada. Ya había visto a su padre, Ares, enojado y no era algo muy apetecible para ver. Si Clarisse le fallaba, él iba a ser duro con ella. Muy duro.
- Te ayudaré –le dije.
Frunció el entrecejo.- ¿Por qué lo harías? Ni siquiera soy tu amiga.
No podía discutirle eso. Clarisse me había tratado mal un millón de veces pero aún así, no me agradaba la idea de que alguien, ni siquiera ella, fuera victima de la furia de Ares. Estaba pensando en como explicarle aquello cuando la voz de un joven dijo:
- Aw, mira. ¡Creo que ha estado llorando!
Un adolescente estaba recostado en la cabina de telefono. Iba con jeans desgastados, una remera negra con una chaqueta de cuero encima y una bandana por sobre el pelo. Había un cuchillo en su cinturón. Tenía los ojos del color del fuego.
- Phobos –Clarisse cerró los puños- ¿Donde esta el carro, idiota?
- Tu lo perdiste –Se burló- No me preguntes a mí.
- Pedazo de…-Clarisse desenvainó su espada y se lanzó al ataque, pero él desapareció en el momento que ella le lanzaba una estocada y la hoja se clavó en el palo de la cabina del teléfono.
Phobos reapareció en el banco, sentado al lado mío. Estaba riéndose a carcajadas, pero dejó de hacerlo cuando le apoyé la punta de Contracorriente en su cuello.
- Será mejor que regreses ese carro –le dije- Antes de que me enoje.
Bufó e hizo una mueca, intentando verse rudo, o lo más rudo que puedes verte con una espada debajo de tu barbilla.
- ¿Quién es tu novio, Clarisse? ¿Es que ahora necesitas ayuda para luchar tus propias peleas?
- ¡Él no es mi novio! –Clarisse desclavó la espada del poste del teléfono- Ni siquiera es mi amigo. Ése es Percy Jackson.
Algo cambió en las facciones de Phobos. Ahora se veía sorprendido, quizá un poco nervioso.
- ¿El hijo de Poseidón? ¿El que hizo enfurecer a papá? Oh, esto es demasiado bueno Clarisse. ¿Estas saliendo con el enemigo?
- ¡No estoy saliendo con él!
Los ojos de Phobos comenzaron a brillar con un fulgor rojo. Clarisse lanzó un grito. Golpeó el aire con fuerza como si estuviera siendo atacada por moscas invisibles.
- ¡Por favor, no!
Los ojos de Phobos comenzaron a brillar con un fulgor rojo. Clarisse lanzó un grito. Golpeó el aire con fuerza como si estuviera siendo atacada por moscas invisibles.
- ¡Por favor, no!
- ¿Qué le estas haciendo? –le exigí.
Clarisse se tambaleó devuelta hacia la calle, rasgando el aire con su espada desesperadamente.
- ¡Para! –le pedí a Phobos. Clavé mi espada un poco más en su garganta, pero él se limitó a desaparecer, reapareciendo al lado de la cabina del teléfono.
- No te entusiasmes mucho, Jackson –dijo- Solo le muestro lo que ella más teme.
El brillo desapareció de sus ojos.
Clarisse se derrumbó, respirando con dificultad.
- Oh tú… -jadeó- Ya… ya te agarraré.
Phobos me miró- ¿Y que hay contigo Percy Jackson? ¿A qué le temes? Ya lo averiguaré, siempre lo hago.
- Devuelve el carro robado –intenté controlar mi voz- Luché con tu padre una vez. Tú no me das miedo.
Phobos soltó una carcajada.- Nada que temer pero al miedo en sí. ¿No es eso lo que dicen? Bueno, déjame contarte un pequeño secreto, mestizo. Yo soy el miedo. Si quieres recuperar el carro, ven a buscarlo. Está del otro lado del agua. Lo encontrarás dónde viven los pequeños animalitos, justo el tipo de lugar al que perteneces.
Chasqueó los dedos y desapareció en una cortina de vapor amarillo.
¡Dios mio! Es hermoso, por favor publica las demás partes, ya quiero leerlas.
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